¿Sabías que la base de todo lo que te gustaría lograr en la vida está en lo que piensas de ti misma? Sí, has oído bien. Parece que todo lo que toca el sol tiene que ver con lo que creemos sobre nosotras, desde conseguir ese trabajo soñado hasta aprender a montar una bici (¡y no caer!). Pero, claro, creer en ti misma no es como un truco de magia, ni se logra de la noche a la mañana. Es más bien como entrenar tus músculos, pero en la cabeza. Si estás lista para el reto, ¡vamos allá! A ver si conseguimos que dejes de decirte “no puedo” y empieces a preguntarte, “¿y por qué no?”.
El “no puedo” y yo: Una relación tóxica
Hace no mucho, estaba yo sentada en el sofá, pensando que mi vida necesitaba un cambio. Estaba cansada de las mismas historias de siempre: ese “no puedo” resonando como eco en mi cabeza cada vez que pensaba en algo nuevo que quería hacer. Algo tan sencillo como intentar hacer una dieta (spoiler: lo que para mí es una dieta es una bomba de calorías que me da pavor pensar). O incluso ponerme a estudiar algo nuevo, como yoga, que aunque es algo que siempre me ha llamado, parecía un reto titánico. ¿Quién tiene tiempo para eso? ¡Soy una madre, trabajadora autónoma, con tres proyectos de vida al mismo tiempo!
Y ahí lo tienes, la típica historia que nos contamos a nosotras mismas cuando no creemos en nuestras capacidades. Es tan fácil decir «no puedo», ¿verdad? Es casi como una respuesta automática. Como cuando se te caen las llaves en un charco y en vez de agacharte a recogerlas piensas, “bueno, ya lo haré después». Y claro, después nunca llega. Pero resulta que, ¿sabías que «no puedo» es como un muro invisible que nos autoimponemos? Claro, porque nadie más nos lo pone. Somos expertas en levantar barreras. Pero ¿y si te dijera que la clave está en dar el primer paso, aunque sea pequeñito?
El secreto de las personas que “sí pueden” (spoiler: no son superhéroes)
¿Te has fijado alguna vez en esas personas que parecen tener todo bajo control? ¡Esa amiga que siempre tiene tiempo para todo! ¿O la tía que empieza un proyecto y lo termina como si nada? Claro, siempre nos parece que son unas máquinas, ¿verdad? Pero lo que realmente pasa es que esas personas se han atrevido a hacer algo que nos da miedo a muchas: creer en ellas mismas.
A lo largo de mi vida, he aprendido que, en realidad, la diferencia entre las personas que parecen tener éxito y las que no es una cuestión de mentalidad. ¿Qué? ¿Acaso crees que los que triunfan son más listos o más rápidos? ¡Por favor! No. Ellos simplemente creen que pueden hacerlo. Y eso cambia todo. Cuando crees en ti misma, te permites intentarlo, aprender de tus errores y, lo más importante, no rendirte al primer tropiezo.
Hace poco, decidí que iba a dedicarme a escribir más en mi blog. ¿Mi primer pensamiento? «¿Quién va a leer esto? No soy tan buena como otras personas». Pero un amigo me dijo algo que me quedó grabado: “No importa si no eres la mejor, lo importante es que lo hagas, porque si no lo haces, nunca sabrás lo que podrías haber logrado”. Y, efectivamente, le hice caso. Escribí, publiqué y, sorpresa, ¡la gente empezó a leerme! Todo por atreverme a creer en mi voz, en mis pensamientos, en que sí, mis historias podían resonar con alguien más. ¿Cómo? Porque me lo creí.
La magia del “sí puedo”
Al principio, puede parecer un poco raro. Estás ahí, pensando que si te dices “sí puedo” en voz alta, se va a romper el techo y se van a caer los muros. Pero no, nada de eso. El truco está en la constancia. Cuando decides que puedes, y lo repites como un mantra (un mantra sin drama, ¿eh?), el cerebro empieza a creérselo también. Y sí, esto suena muy a cuento de hadas, pero lo he comprobado más de una vez. La forma en la que te hablas a ti misma tiene mucho poder, como si fueras tu propia cheerleader (que, si no lo eres, ¡ya es hora de que empieces!).
Así que, ¿por qué no empezar a cambiar ese “no puedo” por “sí puedo”? No es que sea una receta mágica, pero, de alguna manera, cambiar tu enfoque hacia el “sí” puede abrir un montón de puertas que ni sabías que existían. Como cuando decides dar ese paso hacia lo desconocido y te das cuenta de que el miedo no es tan grande como pensabas.
Un día me miré al espejo y pensé: “Hoy va a ser un buen día”. No porque algo especial fuera a ocurrir, sino porque decidí que lo sería. Y, créeme, la diferencia fue abismal. No es que las cosas no fueran complicadas, pero empecé a verlas con otros ojos, con la mentalidad de que puedo aprender y mejorar con cada intento. De repente, todo fue más fácil. A veces basta con cambiar de perspectiva para transformar tu realidad.
¿Por qué no te crees capaz de conseguirlo?
Vamos a ser sinceras. Muchas veces no creemos que podemos porque nos comparamos. “¿Quién soy yo para conseguir esto si ya lo ha hecho tal o cual persona?”. ¡Y ese es el error! Las comparaciones son veneno puro. Cada quien tiene su camino, sus tiempos y sus batallas. Puede que tú no hayas llegado aún a donde quieres estar, pero eso no significa que no lo lograrás. No te olvides: cada paso cuenta, aunque no lo veas. Porque las grandes montañas se suben escalón por escalón. Lo importante es que sigas caminando, aunque vayas despacito.
Además, a veces nos autolimitamos porque no vemos que las cosas se nos dan de otra forma. No tienes que ser perfecta, ni seguir un camino recto, ni tener todas las respuestas. Al final, la clave está en perseverar, en seguir intentándolo, en ser amable contigo misma cuando las cosas no salgan como esperabas.
Conclusión: La magia de creer en ti misma
¿Sabes qué es lo mejor de todo esto? Que creer en ti misma no requiere que seas un genio o una superestrella. Lo único que necesitas es un poco de valentía, ganas de probar y sobre todo, ser honesta contigo misma. Porque si no crees en ti, ¿quién lo va a hacer? La vida tiene una manera curiosa de responder cuando nos atrevemos a dar ese paso hacia lo que deseamos. Si no lo intentas, nunca sabrás qué podrías haber logrado. Así que, ¿por qué no comenzar hoy?
En la siguiente entrada hablaremos sobre cómo superar los miedos que nos frenan. Porque a veces lo único que necesitamos es aprender a poner a los miedos en su lugar, ¡y que no nos cuenten cuentos!