Inteligencia emocional

Inteligencia emocional – Entiéndete de una vez por todas y actúa

Vamos a empezar por algo que suena sencillo, pero que a todos nos cuesta un montón: entender nuestras emociones. ¡Sí, esas cosas raras y escurridizas que nos hacen llorar de felicidad, gritarnos de frustración o hacer una mezcla de todo al mismo tiempo! ¿Alguna vez has tenido un día en el que te sientes como un volcán a punto de estallar, sin saber muy bien por qué? Yo sí, y te aseguro que la inteligencia emocional es lo que hace la diferencia entre dejar que todo explote o dar un paso atrás y pensar: “A ver, ¿qué está pasando aquí?”

¿Qué es la inteligencia emocional, y por qué debería importarme?

Ok, voy a ser completamente honesta: cuando escuché por primera vez sobre la inteligencia emocional, pensaba que era algo así como aprender a poner cara de “todo me va genial” aunque me estuviera quemando por dentro. Tipo, el famoso «sonríe y ya está». Pero, sorpresa, no es eso en absoluto. La inteligencia emocional va mucho más allá. No es solo saber qué sientes, sino también entender por qué lo sientes y, lo más importante, manejarlo de forma que no te vuelva loca.

Y sí, ya sé que esto suena a reto tipo misión imposible, pero en serio, está mucho más al alcance de lo que creemos. Y es que, al final, la inteligencia emocional no se trata de ser una especie de monje zen todo el tiempo (no, no te voy a pedir que medites 5 horas al día, tranquila). Se trata de aprender a manejar ese torbellino de pensamientos, sensaciones y reacciones que, a veces, nos arrastran sin darnos cuenta.

Yo lo viví cuando mi hija empezó a hacer preguntas sobre todo. En medio del caos, de estar trabajando, lidiando con la vida, y sintiendo que estaba a punto de perder la cordura, empecé a darme cuenta de que no podía seguir tapando mis emociones. Las emociones son como el tráfico en hora punta: cuanto más las ignoras, más caos provocan. Entonces, entendí que saber gestionar lo que siento y reaccionar de forma inteligente ante lo que me pasa no solo me ayuda a estar más tranquila, sino también a ser un modelo para mi hija.

Entiende tus emociones

El poder de identificar lo que siento (sin que me explote la cabeza)

Ahora bien, todo esto de la inteligencia emocional comienza con un primer paso fundamental: reconocer lo que estamos sintiendo. Porque, vamos a ver, ¿alguna vez te has parado a pensar realmente en lo que sientes? No vale decir “estoy cansada” o “estoy estresada”, porque esas son como las etiquetas fáciles, ¿sabes? Las que todo el mundo pone. Lo que hay que hacer es ir más allá, profundizar en el porqué de esas emociones. Y aquí te va un ejemplo personal de cuando me di cuenta de lo importante que es.

El otro día, mi hija me preguntó si podía ir a un cumpleaños de una amiguita, pero yo ya tenía planes. Como suelo hacer, empecé a pensar en todo lo que tenía que hacer (trabajo, casa, mil cosas) y, cuando me di cuenta, me estaba sintiendo irritable, porque pensaba “otra vez me toca hacer todo yo sola”. Pero en vez de dar rienda suelta a esa frustración, paré un momento y me dije: “¿Es eso lo que realmente me está molestando, o es que tengo miedo de que se me caigan todos los platos que estoy intentando equilibrar?” ¡Bingo! Lo que realmente me pasaba no era la fiesta, sino el miedo a no poder con todo.

Y en ese momento, hice lo que me ha costado aprender con el tiempo: reconocer mi emoción sin juzgarla, sin dejarme arrastrar por ella. Simplemente me dije, “ok, lo siento, y está bien sentirlo”, y luego tomé una decisión consciente. Le expliqué a mi hija con calma que tenía que reorganizarme, pero que haría lo posible para que ella se divirtiera en el cumpleaños. Fue como un cambio de perspectiva inmediato. En lugar de dejar que esa frustración me dominara, la entendí, la gestioné y, al final, la situación fue mucho más tranquila para todos.

El reto de ser dueña de mis reacciones (sin parecer un robot)

Sabes qué, aquí viene lo difícil: controlar lo que hago con esas emociones. Porque claro, saber que estoy frustrada es genial, pero el siguiente paso es decidir cómo reacciono. Y a veces, la tentación de estallar es demasiado grande. ¿Te ha pasado que, en medio de una discusión, sientes que te vas a desbordar como un río revuelto? Es como si una fuerza exterior decidiera que ya basta, que necesitas soltar todo lo que tienes guardado. Pues bien, aquí es donde entra el reto de la inteligencia emocional.

Yo, por ejemplo, he pasado por esas discusiones en las que la otra persona no para de hablar y yo estoy ahí, mirando, intentando no explotar como una olla a presión. Lo peor es que, en esos momentos, todo lo que quiero es gritar. Pero entonces me paro, respiro hondo (como si me estuvieran aplicando una técnica secreta) y me pregunto: “¿realmente esto merece la pena, o me estoy dejando llevar por mi ego y mi orgullo?” En cuanto me hago esta pregunta, algo cambia en mí, y me doy cuenta de que responder con calma es mucho más eficaz que lanzarme al ataque.

Controlar mis reacciones no significa reprimir mis emociones, sino saber cuándo actuar y cuándo hacer un alto en el camino. Y ojo, no te estoy diciendo que no haya momentos en los que uno se quede en silencio porque ¡ya basta de dar explicaciones!; lo que digo es que la forma en que reaccionamos marca toda la diferencia. A veces, es tan sencillo como tomarte un minuto para pensar si realmente quieres salirte de tus casillas o si es mejor esperar un rato y analizarlo con más cabeza.

¿Y qué pasa si me equivoco?

¿Te acuerdas cuando hablábamos de la famosa cara de “todo me va genial”? Pues a veces, en esta aventura emocional, nos vamos a equivocar. Y mucho. Te lo digo por experiencia: a veces, entre mis emociones, la cago. ¡Claro que sí! En vez de manejar bien la situación, exploto como una bomba de tiempo. Pero lo importante es no quedar atrapada en el “me equivoqué, soy horrible”. ¡No! La inteligencia emocional no consiste en ser perfecta, sino en aprender de esas meteduras de pata.

La próxima vez que me pase algo parecido, en lugar de lamentarme, me preguntaré: “¿qué aprendí de todo esto?” Quizás me di cuenta de que no puedo tener todo bajo control, o tal vez aprendí que soy humana, con todas mis emociones y vulnerabilidades. Y eso está bien.

 

Aprende más de ti

Con todo esto, espero que te haya quedado claro que la inteligencia emocional no es solo un concepto bonito, sino una herramienta poderosa para lidiar con lo que sientes, entender por qué lo sientes y, sobre todo, aprender a hacer algo con ello. No se trata de ser perfecta, se trata de ser más consciente de nuestras emociones y de cómo las gestionamos. Y si alguna vez te sientes perdida en el proceso, no te preocupes, ¡no estás sola! Vamos paso a paso, entendiendo lo que nos pasa y creciendo con ello. ¿Te atreves a intentarlo?